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24 »El discípulo no es más que su maestro ni el siervo más que su señor. 25 Bástale al discípulo ser como su maestro y al siervo como su señor. Si al padre de familia llamaron Beelzebú, ¡cuánto más a los de su casa!

A quién se debe temer(A)

26 »Así que no los temáis, porque nada hay encubierto que no haya de ser descubierto; ni oculto que no haya de saberse. 27 Lo que os digo en tinieblas, decidlo a plena luz; y lo que oís al oído, proclamadlo desde las azoteas. 28 No temáis a los que matan el cuerpo pero el alma no pueden matar; temed más bien a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno. 29 ¿No se venden dos pajarillos por un cuarto? Con todo, ni uno de ellos cae a tierra sin el permiso de vuestro Padre. 30 Pues bien, aun vuestros cabellos están todos contados. 31 Así que no temáis; más valéis vosotros que muchos pajarillos.

Confesar a Jesús delante de los hombres(B)

32 »A cualquiera, pues, que me confiese delante de los hombres, yo también lo confesaré delante de mi Padre que está en los cielos. 33 Y a cualquiera que me niegue delante de los hombres, yo también lo negaré delante de mi Padre que está en los cielos.

Jesús, causa de división(C)

34 »No penséis que he venido a traer paz a la tierra; no he venido a traer paz, sino espada, 35 porque he venido a poner en enemistad al hombre contra su padre, a la hija contra su madre y a la nuera contra su suegra. 36 Así que los enemigos del hombre serán los de su casa. 37 El que ama a padre o madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a hijo o hija más que a mí, no es digno de mí; 38 y el que no toma su cruz y sigue en pos de mí, no es digno de mí. 39 El que halle su vida, la perderá; y el que pierda su vida por causa de mí, la hallará.

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Lamento de Jeremías

¡Me sedujiste, Jehová,
y me dejé seducir!
¡Más fuerte fuiste que yo, y me venciste!
¡Cada día he sido escarnecido,
cada cual se burla de mí!
Cuantas veces hablo, doy voces, grito:
«¡Violencia y destrucción!»,
porque la palabra de Jehová
me ha sido para afrenta y escarnio cada día.
Por eso dije: «¡No me acordaré más de él
ni hablaré más en su nombre!»
No obstante, había en mi corazón
como un fuego ardiente metido en mis huesos.
Traté de resistirlo, pero no pude.
10 He oído lo que muchos murmuran:
«¡Terror por todas partes!
¡Denunciadlo, denunciémoslo!»
Todos mis amigos esperaban que claudicara.
Decían: «¡Quizá se engañe,
y prevaleceremos contra él
y tomaremos de él nuestra venganza!»
11 Mas Jehová está conmigo
como un poderoso gigante;
por tanto, los que me persiguen tropezarán
y no prevalecerán;
serán avergonzados en gran manera, porque no prosperarán;
tendrán perpetua confusión, que jamás será olvidada.

12 Jehová de los ejércitos,
que pruebas a los justos,
que ves los pensamientos y el corazón,
¡vea yo tu venganza de ellos,
porque a ti he encomendado mi causa!

13 ¡Cantad a Jehová, alabad a Jehová,
porque ha librado la vida del pobre de mano de los malignos!

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Agar e Ismael expulsados de la casa de Abraham

El niño creció y fue destetado, y ofreció Abraham un gran banquete el día que fue destetado Isaac. Pero Sara vio que el hijo de Agar, la egipcia, el cual ésta le había dado a luz a Abraham, se burlaba de su hijo Isaac. 10 Por eso dijo a Abraham: «Echa a esta sierva y a su hijo, porque el hijo de esta sierva no ha de heredar con Isaac, mi hijo.» 11 Estas palabras le parecieron muy graves a Abraham, por tratarse de su hijo. 12 Entonces dijo Dios a Abraham: «No te preocupes por el muchacho ni por tu sierva. Escucha todo cuanto te diga Sara, porque en Isaac te será llamada descendencia. 13 También del hijo de la sierva haré una nación, porque es tu descendiente.»

14 Al día siguiente, Abraham se levantó muy de mañana, tomó pan y un odre de agua y se lo dio a Agar. Lo puso sobre su hombro, le entregó el muchacho y la despidió. Ella salió y anduvo errante por el desierto de Beerseba. 15 Cuando le faltó el agua del odre, puso al muchacho debajo de un arbusto, 16 se fue y se sentó enfrente, a distancia de un tiro de arco, porque decía: «No veré cuando el muchacho muera.» Cuando ella se sentó enfrente, el muchacho alzó la voz y lloró.

17 Oyó Dios la voz del muchacho, y el ángel de Dios llamó a Agar desde el cielo y le dijo: «¿Qué tienes, Agar? No temas, porque Dios ha oído la voz del muchacho ahí donde está. 18 Levántate, toma al muchacho y tenlo de la mano, porque yo haré de él una gran nación.»

19 Entonces Dios le abrió los ojos, y vio una fuente de agua. Fue Agar, llenó de agua el odre y dio de beber al muchacho. 20 Dios asistió al muchacho, el cual creció, habitó en el desierto y fue tirador de arco. 21 Vivió en el desierto de Parán, y su madre tomó para él mujer de la tierra de Egipto.

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porque por amor de ti he sufrido afrenta;
confusión ha cubierto mi rostro.
Extraño he sido para mis hermanos
y desconocido para los hijos de mi madre.

Me consumió el celo de tu Casa
y los insultos de los que te vituperaban cayeron sobre mí.
10 Lloré, afligiendo con ayuno mi alma,
y esto me ha sido por afrenta.

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11 Me vestí, además, con ropas ásperas
y vine a serles por proverbio.
12 Hablaban contra mí los que se sentaban a la puerta,
y en sus canciones los bebedores se burlaban de mí.

13 Pero yo a ti oraba, Jehová,
en el tiempo de tu buena voluntad;
Dios, por la abundancia de tu misericordia,
por la verdad de tu salvación, escúchame.
14 Sácame del lodo
y no sea yo sumergido;
sea yo libertado de los que me aborrecen
y de lo profundo de las aguas.
15 No me arrastre la corriente de las aguas,
ni me trague el abismo,
ni el pozo cierre sobre mí su boca.

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16 Respóndeme, Jehová, porque benigna es tu misericordia;
mírame conforme a la multitud de tus piedades.
17 No escondas de tu siervo tu rostro,
porque estoy angustiado. ¡Apresúrate, óyeme!
18 ¡Acércate a mi alma, redímela!
¡Líbrame por causa de mis enemigos!

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Muertos al pecado

¿Qué, pues, diremos? ¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde? ¡De ninguna manera! Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él? ¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte?, porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva.

Si fuimos plantados juntamente con él en la semejanza de su muerte, así también lo seremos en la de su resurrección; sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado, porque, el que ha muerto ha sido justificado del pecado. Y si morimos con Cristo, creemos que también viviremos con él, y sabemos que Cristo, habiendo resucitado de los muertos, ya no muere; la muerte no se enseñorea más de él. 10 En cuanto murió, al pecado murió una vez por todas; pero en cuanto vive, para Dios vive. 11 Así también vosotros consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro.

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